A través del lenguaje simbólico conseguido por medio de la interacción de los actores con el espacio, los objetos, los sonidos y músicas, conseguimos la identificación del espectador ya que acaban descubriendo en esa “Bocagrande” su propia boca.
Al carecer de texto, cada hito definido en la trama del espectáculo es interpretado por el niño o la niña al descubrirse traductor del juego escénico, que está altamente ligado con su propio juego infantil; la transformación de un objeto en otra cosa, el juego con bloques, las onomatopeyas, sonidos rítmicos y repetitivos.